miércoles, 19 de diciembre de 2012

¿Qué ocurrirá el 21 de diciembre de 2012?



Seguramente, nada de nada. Como ya ha ocurrido muchas otras veces, en que ha cundido de forma generalizada esta psicosis infundada sobre el fin del mundo, de nuevo nos vuelve a golpear la misma paranoia al igual que en el año 1000, el 2000, el paso del cometa Halley, el paso del  Elenin y un sinfín de veces más que ya no recuerdo. Esta vez el trágico evento se pretende sustentar en la llegada del final del llamado Calendario Maya. Dicho calendario está basado en un sistema de medición del tiempo denominado “cuenta larga” utilizado en Mesoamérica en la época precolombina y cuya invención se ha atribuido a los Mayas. Desde luego yo no soy ningún experto en la cultura Maya, pero es evidente que el final de un calendario tallado en una piedra puede significar muchas cosas y no necesariamente tiene que suponer el final del mundo. Es de sentido común, por ejemplo, si dentro de 8.000 años hacen una excavación arqueológica en mi oficina, buscando no sé qué, y suponiendo que encontraran mi calendario encima de mi mesa, cosa que dudo ya que es de cartulina y seguramente acabará desintegrado, los arqueólogos del futuro descubrirían que mi calendario acaba el 31 de enero del 2013 y obviamente eso no significa que el mundo se acabara para mi ese día. Igualmente el final del calendario Maya bien podría significar que el que esculpía se quedó sin piedra suficiente para continuar su obra… Bromas aparte, creo, sin embargo, que este no es el caso, pues creo que se han encontrado otras versiones del calendario que acaban en la misma fecha, el 21 de diciembre de 2012 a las 11:12 UTC (tiempo universal coordinado). Las teorías más modernas y sensatas defienden que lo que esperaban los Mayas para esa fecha era más el final de un ciclo que el final del mundo.



Pero ¿por qué los mayas eligieron esta fecha tan peculiar? En la década pasada, un escritor exotérico John Major Jenkins, sostenía que la elección de esta fecha no era fortuita, sino que se hacía coincidir con un evento astronómico denominado “alineación galáctica”, hecho que está ligado a la precesión de los equinoccios. Según este escritor, los Mayas, que contaban con un conocimiento de astronomía bastante avanzado derivado de sus propias observaciones, daban una especial importancia a la gran mancha oscura situada en el ecuador de nuestra galaxia (mancha de polvo interestelar que podemos apreciar en los cielos de verano, sobre el brillo del fondo galáctico) a la que llamaban Xibalba Be (el “Camino Negro”). Según las teorías de Jenkins tal fue la importancia que dieron a este “Camino Negro”, que siendo conscientes de la posición de intersección de este “Camino Negro” y también de la fecha en la que el sol en su tránsito se alineaba con esta intersección, quisieron dar especial relevancia a ese momento haciéndolo coincidir con el final de su calendario y otorgándole el significado de un cambio de ciclo. Como el equinoccio de primavera en el hemisferio norte está actualmente en la constelación de Piscis, entonces el solsticio de invierno está actualmente en la constelación de Sagitario, que es la constelación zodiacal cruzada por el ecuador galáctico.
Obviamente los astrónomos, con buen criterio, se oponen a esta teoría argumentando que el posicionamiento de dicho ecuador galáctico resulta un hecho bastante arbitrario. Sería bastante complicado, incluso hoy en día, determinar con tal precisión  por donde pasa el ecuador galáctico, pues para ello sería necesario determinar con bastante precisión los límites de la propia galaxia.
Si hay algo bien seguro es que el próximo día 22 de diciembre alguna persona disfrutará del Premio Gordo de la Lotería de Navidad, bastante más cierto es esto que el eventual fin del mundo la noche anterior. Ha venido ocurriendo así desde hace mucho tiempo y seguirá ocurriendo durante mucho más.
Si hemos de hablar de probabilidades, lo más probable es que acabe con nuestra suerte el impacto directo de un cuerpo menor (un cometa o un asteroide)  proveniente del espacio exterior, si es que no logramos evitarlo con nuestra tecnología. Esto ha ocurrido antes y volverá a ocurrir, prueba de ello es la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. Sin embargo, contamos con dos importantes aliados que nos han venido salvando de estas colisiones en innumerables ocasiones, ni más ni menos que Júpiter y la propia Luna, no tenemos más que observar la superficie de la Luna con unos prismáticos.
Hoy sabemos con certeza que el Sol acabará sus días en una nova o explosión singular, dando lugar al final a una nebulosa planetaria, una nube que será caldo de cultivo para el nacimiento de nuevas estrellas. Tenemos certeza de ello, porque al investigar el universo hemos descubierto que todas las estrellas tienen una vida limitada y un desarrollo que termina de forma muy parecida en todas ellas, aunque con variaciones que dependen del tamaño de cada estrella. Todo esto ocurrirá presumiblemente antes de que nuestra galaxia colisione con Andrómeda. Todo lo que ves, las obras de Goya, Leonardo, Fidias o Miguel Ángel, tu maravilloso mundo “azul”… Acabará engullido por nuestro rojo Sol.

La Nebulosa de Andrómeda (Messier 31 o M31) es nuestra galaxia vecina. Bueno en realidad las nubes de Magallanes y otra más pequeña en Sagitario se encuentran más cerca,  pero nos gusta decir que es la Galaxia vecina porque fuera de estos casos y tratándose de una Galaxia similar a la Vía láctea, esto es así. Se trata de una pequeña joya que podemos ver a simple vista en los cielos oscuros y en las noches de verano-otoño. Y se trata de toda una proeza, porque tal vez sea el objeto más lejano que podemos ver o identificar a simple vista, si, el más lejano porque se encuentra a 2,1 millones de años luz (9.8 Trillones de kilómetros si no me equivoco).
Pensamos que en Atapuerca (Burgos), en la Sima de los huesos, se están encontrando restos del Hommo Antecessor con unos 800.000 años de antigüedad, nuestro antecesor europeo más antiguo, pues bien, cuando miras a Andrómeda por la noche, los fotones que caen en tu retina salieron de su punto de origen (Andrómeda) hace 2.100.000 años, esto es 1.300.000 años antes de que el primer antecesor nuestro pisara las tierras europeas. Esos fotones llevan viajando por el espacio toda la historia del hombre y mucho antes (y hablamos de la galaxia más cercana). Pudieran considerarse Un Gran Reserva… 


Sobre las colisiones de galaxias, son eventos más que frecuentes, podemos ver varias con facilidad: M51, Antennae (las Antenas), etc. Efectivamente las fotos de Andrómeda, su espectro de luz, revela un corrimiento al rojo de la totalidad de la galaxia, lo que quiere decir que  ambas galaxias (Vía Láctea y M31) están unidas por gravedad y que se están aproximando. La propia M31 tiene atadas por gravedad otras dos galaxias menores que también pueden verse junto a ella. Normalmente las colisiones de galaxias no tienen “mayores” consecuencias que el choque o intersección del espacio interestelar. La colisión de estrellas es algo más bien fortuito y las colisiones de agujeros negros afortunadamente nada frecuentes, se sospecha que dan lugar a las explosiones de rayos gamma (GRB).
Sobre la fecha de colisión varía entre los 3000 y los 5800 millones de años. En esa horquilla bastante amplia. Para que no te preocupes demasiado querido lector, como dato, debes saber que nuestro Sol, si el Sol, tiene unos 4.500 millones de años desde su nacimiento y aún  le queda combustible para otros 4.000 millones de años. Transcurrido este tiempo, el Sol aumentará de tamaño convirtiéndose “rápidamente” en una gigante roja. En ese proceso aumentará de temperatura y tamaño llegando a abarcar las órbitas de los planetas menores, incluidos la Tierra. Para entonces, el calor habrá volatilizado la atmósfera de la Tierra, que acabará siendo engullida por nuestro querido Sol.  

Texto: Jose J.Lumbreras

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno e interesante.Gracias